En los pueblos como el nuestro la vida de gato es pichi, pichá. Algunos tienen suerte y una casa con un plato de comida o de sobras, otros deambulan de casa en casa, buscando algo, son aquellos que cada vecino conocemos por un nombre diferente. Este gatín lo vimos dos o tres veces, luego no volvió más. Vida de gato.
Tiene una mirada triste, a lo mejor no paseaba tranquilo, pero pudiera ser que ahora alguien lo tenga en el corredor de su amplia casa enredando los viejos hilos del macramé del cesto, que esté tranquilo y no piense ni siquiera en formar su propia familia y menos emanciparse de lo bien que es tratado.
ResponderEliminarSeguro que tuvo suerte, ya nunca le podremos reconocer porque habrá cambiado la expresión de sus ojos.